Rock’N’Roll tiene detrás una de las historias más extrañas del panorama musical. De unos orígenes poco prometedores que se remontan a una maraña legal y meses malgastados en borracheras, John rescató este brillante homenaje a aquella época del pasado que adoraba.

Todas las canciones eran versiones, nada de himnos de masas o confesiones desgarradoras que habían caraterizado a Lennon. Rock’N’Roll era a la vez un disco revelador y delicioso. Estas mismas canciones sirvieron para resucitar a aquel adolescente de Liverpool, con ropa de cuero y tupé engominado, que todavía habitaba en la cabeza de John.

Fotos de pasaporte de John, 1960 © Yoko Ono

Todo comenzó por diversos motivos. Al vivir en Los Ángeles y haberse separado recientemente de Yoko, John buscaba algo de diversión en la empresa de su viejo productor Phil Spector, que poca estabilidad podía ofrecer. La cultura pop de 1973 parecía gustar cada vez más de su historia, como demuestran películas como American Graffiti y discos de versiones These Foolish Things de Bryan Ferry, o Pin Ups, de David Bowie. Mediante un álbum de viejos temas, Lennon creía que podría librarse del agobio de las expectativas, a la vez que se dejaba envolver por una bulliciosa añoranza.

Más concretamente, estaba el asunto con Morris Levy. Uno de los últimos temas de John para los Beatles, ‘Come Together’, del disco Abbey Road, fue considerado plagio de una canción anterior de Chuck Berry, ‘You Can’t Catch Me’, cuyos derechos pertenecían al un astuto veterano en el mundo del espectáculo, el señor Levy. Este le demandó, pero llegaron a un acuerdo por el que Lennon debía grabar tres canciones que también perteneciesen a Levy. Posteriormente argumentó que tales temas no habrían encajado en ninguno de sus discos habituales. Y fue así como se diseñó todo este proyecto hacia el pasado, con Phil Spector a los mandos.

Una vez en el estudio, Spector, creador del muro de sonido, volvía a ser el que siempre había sido. Lejos del minimalismo disciplinado de John Lennon/Plastic Ono Band y de la deliciosa contención de Imagine, aquí había una tropa de los mejores (y más caros) músicos de sesión de Los Ángeles, que conformaban un ruidoso conjunto. John, inmerso en aquel año salvaje bautizado como “el fin de semana perdido”, no estaba si quiera en condiciones de restablecer el orden. Octubre y diciembre fueron meses de sesiones caóticas de aquí para allá, cargadas de alcohol y escándalos que no servirían para nada.

Finalmente, las sesiones fueron un fracaso. Phil Spector se esfumó y se llevó consigo las grabaciones. John estudió su situación y comenzó a comportarse. Su primer paso fue regresar a Nueva York para producir el disco de Harry Nilsson Pussy Cats. De nuevo inspirado, se puso a grabar un disco propio, Walls And Bridges, un documento memorable de su reciente paso por el lado salvaje. Entretanto, Al Coury, de Capitol Records, conseguiría hacerse con las grabaciones de Phil Spector, aunque Lennon estaba demasiado centrado en su nuevo disco como para volver a ellas.

John eligió ‘Ya Ya’, un viejo éxito de Lee Dorsey cuyos derechos pertenecían a Morris Levy, como corte final de Walls And Bridges, en una débil tentativa (rechazada al instante) de librarse de aquel asunto legal que tenían pendiente. Con un Levy que se impacientaba, a Lennon no le quedó otro remedio que afrontar lo inevitable y reunió de nuevo en el Record Plant East a la banda que había participado en Walls And Bridges para finalizar lo que Spector y él habían comenzado un año antes. Poco queda, en ese álbum que conocemos por Rock’N’Roll, de aquellas primeras sesiones de Los Ángeles. En realidad, se podía salvar muy poco.

Cartel promocional

A finales de octubre de 1974, John finalizó un álbum de canciones que habían llevado a la fama mitos de la talla de Little Richard, Sam Cooke y, por supuesto, Chuck Berry. (“Si intentases llamar al rock and roll por otro nombre”, llegaría a decir en el programa The Mike Douglas Show, “deberías llamarle Chuck Berry”). La lasciva ‘Be-Bop-A-Lula’, de Gene Vincent, era una canción que Lennon ya había interpretado sobre un escenario en 1957, en la fiesta parroquial donde se encontró por primera vez con Paul McCartney. Naturalmente, esta música era la base del repertorio de los Beatles hasta que el talento compositor de John y Paul afloró. No obstante, los homenajes a Chuck Berry y los demás continuarían sazonando los primeros discos del grupo.

Los Beatles hicieron varias versiones de Larry Williams (por ejemplo, ‘Dizzy Miss Lizzy’), pero John tuvo otra razón para incluir ‘Bony Moronie’. La había tocado con su primer grupo, los Quarrymen, en la única ocasión en que su madre, Julia, lo vio sobre un escenario. Incluso había un recuerdo anterior de ella en ‘Ain’t That A Shame’, de Fats Domino –según dijo, fue la primera canción que aprendió. Se la había enseñado Julia con el banyo–.

Puede que Rock’N’Roll comenzase como una obligación legal y se convirtiese en un fiasco, pero al final resultó una obra de amor. Tierno y distante al mismo tiempo, su estilo no se correspondía con aquellos días de locura en el Cavern Club, sino con el de un hombre a gusto al interpretar sus temas favoritos. El retrato de John que aparecía en aquella bonita portada, tomado en Hamburgo por su amigo Jürgen Vollmer en 1961, captura todo el intimismo de aquel tiempo. En ‘Just Because’, Lennon cierra el disco dirigiéndose al mundo del espectáculo. Posteriormente, lo interpretaría como su despedida subconsciente del mundo de la música.

Póster promocional

El álbum se publicó en febrero de 1975, tan solo cinco meses más tarde que Walls And Bridges, y unas pocas semanas antes del momento más crucial en su vida: su reconciliación con Yoko.

Yoko puede disfrutar ahora de Rock’N’Roll como el disco en solitario más sincero de John. “El álbum Rock’N’Roll es fantástico”, apunta. “No era simplemente alguien que se adentraba en el mundo del rock desde la distancia… como yo. Sus raíces musicales fueron Fats Domino, Gene Vincent y Chuck Berry, mientras que las mías eran Bach, Brahms y Beethoven. Nadie podía cantar los clásicos del rock como él. Con este álbum, en concreto, demostró que era uno de los reyes del rock and roll”.

De repente, la vida de John volvía a tener cosas positivas. La enconada disputa por el contrato de los Beatles había concluido finalmente. El tema del visado parecía también próximo a resolverse. Y, por encima de todo, estaba invitado a regresar al Dakota.

En octubre de 1975, la reconciliación de los Lennon culminó con el mejor regalo de sus vidas: su hijo Sean. Recuerda Yoko: “El día anterior a su nacimiento, es decir, el 8 de octubre, nos notificaron que John había obtenido el permiso de residencia permanente. Y Sean nació cuatro horas más tarde, en la madrugada del día 9. ¡Y también era el cumpleaños de John! Así que fue una cosa tras otra. La sonrisa de John era inmensa”.

Entonces decidió que se encargaría del cuidado del bebé, mientras que Yoko se ocuparía de los negocios. “¡Y nada de rock and roll!”.

Y así fue durante cinco años. Por primera vez desde que se habían fundado los Beatles, John encontró tiempo para relajarse, cruzarse de brazos y “ver las ruedas girar”. Sin embargo, el capítulo más impactante de su historia estaba por escribirse…


Descubre más desde

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.


Deja un comentario

Descubre más desde

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar